Por Gerson Gómez
Dudamos sobre la dinámica tempranera. Cada presidente tiene su manera de conducir al país. Claudia Sheinbaum depende de sus subordinados.
Podrá legitimar el triunfo en las boletas si se desmarca de su antecesor. Limpiar muchos de los puestos de las empresas gubernamentales.
Remover de la CFE a Manuel Bartlett. Aclarar todos los archivos confinados en la caja de seguridad nacional.
El supuesto fraude electoral de 1988. La caída del frágil y falible sistema de cómputo. Los millones de votos de diferencia entre Carlos Salinas y Cuauhtémoc Cárdenas. Desenmascarar a los operadores de la imposición priista.
Con ello daría un vuelco real de saneamiento social. Reconocer a los actores de las luchas campesinas de los años 60 y 70. Como las fuerzas armadas hicieron presencia en los caminos reales.
Los asesinatos a mansalva de Lucio Cabañas, Rubén Jaramillo y todas vidas lanzadas al mar de los estudiantes disidentes.
Transparentar la venta de TELMEX, la extinción de muchos de los ingenios cañeros y de las compañías acereras, como la fundidora de Monterrey.
Claudia debe barrer con aquellos factores enquistados en puestos vigentes. El Movimiento de Regeneración Nacional pasó a ser un elefante pesado con desertores de todos los institutos políticos previos.
Aquietar a las fuerzas armadas, quienes aún sigan en activo, ofrecer el retiro. Convocar a la reconciliación nacional. Reforzar a la tropa y a sus familias. La palabra amnistía presidencial para quienes reconozcan sus participaciones en Aguas Blancas, Ayotzinapa y en muchas de las comunidades indígenas agraviadas por las campañas de extermino selectivo.
Zurcir las venas rotas de una América colonialista y subyugada. Apresar a los principales capos de los carteles. Extraditar a los señalados por la justicia norteamericana. Abrir módulos en prisiones modelo. Idénticas a las de alta seguridad internacional.
Internar en los penales federales al criminal de cuello blanco y al homicida simple.
Con eso vamos de gane.
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